EL AVANCE EN CHILE:UNA PERSPECTIVA DIFERENTE
Gabriel Boric Font, actual Presidente de la República de Chile, cumplió en marzo 2023 su primer año de mandato. Con aciertos y errores, la coalición de centro izquierda alojada bajo el alero del partido comunista nacional, ha navegado en aguas turbulentas que llaman permanentemente a correcciones de rumbo para mantener el control del Gobierno.
Triste hábito se ha instaurado en el amanecer diario de los habitantes de Chile, de repetidas acciones delictivas cada vez de mayor letalidad y amenaza a la población. Ello; en gran parte, mantiene una visión negativa y pesimista del futuro, coincidente con diversas encuestas donde el Gobierno obtiene bajas cifras de adhesión.
No ha sido fácil para el Gobierno enfrentar escenarios adversos, ligados a una crisis económica generalizada internacionalmente, una desaceleración en la consecución de nuevos proyectos de inversión y la disyuntiva creada frente a una rechazada reforma previsional.
Pese a los esfuerzos que efectúa el equipo de Gobierno para realzar sus logros, no menores y de alto impacto en la sociedad, como la reducción de la jornada laboral, eliminación de copagos en el sistema de salud pública y disminución de precios de una canasta de medicamentos, el proyecto de aumento del salario mínimo, la inversión en seguridad, el haber finalizado el 2022 con un superávit fiscal no visto desde hace una década, por una fuerte contracción del gasto público luego de los efectos pandémicos y el aumento de la inversión extranjera a USD 17 mil millones, la cifra más alta desde el 2015, la pauta comunicacional sigue descontrolada por parte del Gobierno, reactiva, poco efectiva y mal planificada.Los logros han sido mediatizados pobremente, consecuencia de la inexistencia de un plan de comunicaciones que vaya de la mano con el proceso de desarrollo de la agenda política de la coalición gobernante.
Es un hecho indudable que el sistema político nacional está en una crisis de credibilidad mayor, acentuada entre otros factores, por la percepción pública de que la agenda de seguridad de la ciudadanía se encuentra enfrentada a grandes mutaciones de la genética de la criminalidad, con modelos importados, carentes de toda tradición nacional delictiva que obliga a la adopción de estrategias multisectoriales para su control.
Esta situación con todos sus componentes asociados, aún no repara para las autoridades la importancia que sostiene. La seguridad, responsabilidad del Estado, es el ambiente de estabilidad y tranquilidad para llevar adelante el proceso de desarrollo nacional. Ante los hechos que enfrentamos, este tema debería asumir la prioridad número uno de las autoridades. Se extraña que a la fecha, no se convoque a una solución que aúne públicamente a los poderes del Estado. Las soluciones que se están otorgando, son sectoriales y acotadas a reaccionar, cada vez más frecuentemente en todo el territorio nacional. No hay prevención, no hay capacidad de anticipar escenarios y se vive el día a día resolviendo apresuradamente los problemas con baja efectividad y planificación poco desarrollada.
Las fórmulas para enfrentar el flagelo del descontrol delictual existen, pero son ignoradas. Están dentro de la Constitución que hasta ahora nos rige, pero pareciera que el Gobierno evita enfrentar los hechos con soluciones que llamen al ruedo a la carta magna nacional, tal vez con el temor de generar un nuevo fracaso en el desarrollo del proceso que busca por segunda vez, un texto que genere unidad en la población nacional.
Los medios de comunicación, son una muestra de la pérdida de interés del público por el proceso de trabajo del Estado. Matinales saturados de imágenes delictuales, pontificando con cualquier actor político, siempre prestos a obtener pantalla, donde la inexistencia de una conclusión es permanente. Sorprende cada vez con mayor frecuencia, la ignorancia de conductores e invitados a los programas de diaria difusión.
La aparición de una nueva versión de farándula, copan los espacios recreativos mediáticos, con temas de una banalidad impresionante. Una dosis diaria de calmantes distractores de la realidad que enfrentamos.
Gran porción de los habitantes de Chile, consumen esta irrealidad, al amparo de sus domicilios, atentos a su entorno, donde ya el ruido de las balas es costumbre y el temor parte de sus rutinas.
El Gobierno de Gabriel Boric, tras la derrota de su estrella guía, el proyecto constitucional, quedó a merced de la parrilla programática haciendo grandes esfuerzos por demostrar que se han obtenido logros, que curiosamente se encuentran en portadas de medios extranjeros, estando los nacionales cooptados por la interminable discusión sobre el que hacer, cada uno por su lado, sin esfuerzo conjunto que nos lleve a alguna solución.
Actualmente, el avance tecnológico ha desvirtuado la exclusividad de la publicación mediática. Cualquier ciudadano armado de un teléfono conectado a las redes puede expresar su opinión, lo cual enriquece el debate, pero por otra parte, la desinformación que se produce, de alcances increíbles con la incipiente inteligencia artificial, producen como resultado una disociación sobre lo que es la realidad versus la creatividad de cada productor.
La apuesta que llamamos a considerar, es ordenar el proceso de toma de decisiones gubernamentales con todos los actores del poder nacional, con una definición de los objetivos político estratégicos, los cuales deberían ser desarrollados con un plan estratégico comunicacional efectivo.
Creemos que ello es de vital importancia, para disminuir la presión pública desarrollando el soft power, habilidades blandas, para recuperar la confianza que conlleva a la marcha normal del Chile que todos añoramos tener.