Chile: los actuales ingredientes para una creciente inestabilidad
Desde Octubre del 2018, Chile cambió. Por un hecho casí fortuito, en que algunos estudiantes decidieron saltar las barreras de cobro del subway en Santiago, producto de un aumento de precios del transporte, fue la chispa del inicio de protestas por todo el país, donde la sociedad se manifestó masivamente, en volúmenes que no se veían desde los finales del Gobierno Militar.
Como conclusión, se acordó a través de un plebiscito el cambio de la actual Constitución política y para ello la conformación de una Asamblea Constituyente.
La pandemia complicó aún más la situación. El Gobierno hubo de efectuar inversiones extras en la vacunación masiva y desarrollo una serie de bonos que mermaron el arca fiscal y que trajo como consecuencia no deseada una falta de fuerza laboral que prefirió los bonos del Gobierno que han sido similares o mayores que las rentas que percibían en sus trabajos.
Asimismo, la disociación del Congreso y el Gobierno, llevó a una pugna de poderes. Los Parlamentarios comenzaron gradualmente a rendirse a los afanes populistas logrando hasta ahora el retiro de un 30% de los fondos de retiro, lo que dejó a varios cotizantes sin dinero para sus pensiones. Asimismo, los respectivos intereses a los que responden los miembros del Parlamento, han mermado significativamente el proceso legislativo así como también el quiebre de acuerdos políticos.
La falta de liderazgo claro por parte del Gobierno ha llevado además, al aumento de una serie de conflictos siendo el más grave, el que afecta a los productores de madera elaborada que cuentan con cientos de ataques a sus bienes, ocurriendo enfrentamientos con la fuerza pública, con tristes desenlaces.
La Convención Constitucional, elegida democráticamente, a sostenido pugnas de poder y un desorden generalizado que comienza a afectar las alianzas para lograr acuerdos y avanzar en la redacción de un nuevo texto constitucional.
Desgraciadamente, las señales que ha evidenciado la Convención, podrían llegar a afectar estructuralmente al Estado, ocasionando que los analistas de inversiones estén suspendiendo o definitivamente retirando inversiones en el país, ante la incertidumbre del futuro de la propiedad privada y otros derechos como los del uso de caudales de agua, que sotendrían un fuerte impacto en el posicionamiento nacional ante la comunidad internacional.
La incertidumbre y la baja capacidad de imponer el orden que el Gobierno ha sostenido, han sido caldo de cultivo además para que carteles del narcotráfico esten incipientemente operando en Chile. Hace pocos días atrás, un informe institucional alertaba que Carteles mexicanos ya han empezado a asentarse en el país, sumándose a los ya existentes de origen colombiano.
En el mes de noviembre del presente año, se deben efectuar elecciones parlamentarias y presidencial, donde la dispersión de ideas e intereses políticos hacen muy difícil determinar el resultado. Existen candidatos de extrema derecha, centro y extrema izquierda. Los diferentes partidos y la aparición de opciones de lideres independientes aún no permiten trazar una prospectiva clara.
Las alzas en las mediciones respecto a la corrupción en Chile han aumentado exponencialmente por otra parte, con recurrentes escándalos de uso malicioso de fondos públicos donde han sido actores relevantes los altos mandos de las Fuerzas Armadas y las Policías, lo que les ha restado legitimidad ante la sociedad.
Los ingredientes anteriormente resumidos, son propicios para aumentar los niveles de desordenes e incertidumbre por los que atraviesa el país, pudiendo llegar a niveles peligrosos para la estabilidad institucional, dada la poca confianza que las Instituciones Gubernamentales y los partidos políticos hoy en día otorgan a los ciudadanos.
Chile requiere un liderazgo estadista independiente y renovado, ajeno a conveniencias partidarias o de los diferentes grupos de poder, que sea capaz de restaurar el desarrollo nacional, de tendencia transversal, que pueda lograr acuerdos imponer el imperio de la ley y asi poder retornar al tradicional orden que el país había sostenido por muchos años.
Finalmente, Sciat Facere recomienda poner énfasis en la actualización del proceso de manejo empresarial del riesgo, para poder adoptar aquellas medidas necesarias que permitan la continuidad de sus respectivos intereses en Chile. Este artículo de opinión, solo contiene un incipiente análisis de los hechos, que deben ser profundizados para lograr proposiciones de mitigación al riesgo.